martes, 16 de marzo de 2010

El día en el que todo comenzó a girar.

Solo pensarlo... me daba pánico. Así que no dije nada a nadie.

Esperé... esperé lo suficiente y un poco más, para cerciorarme de que aquello que me estaba ocurriendo era cierto.

El día en que todo comenzó a girar, subí a la planta de arriba, a aquel ático donde guardamos lo innecesario que nos da pena tirar.

Me senté en una de aquellas cinco butacas, de las cuales hace meses dije llena de energía: "No, no las tiréis, las restauraré y las pondremos el las habitaciones" ( Cuando pasado el tiempo no volví a mirarlas, Javichu las subió al desván y cada vez que me las encontraba, notaba como me miraban con el despecho que produce el abandono... )

Pero en aquel momento, en el que me senté justo antes de entrar en un estado de ansiedad que no sentía desde hacía mucho tiempo, las pobres sillas se apiadaron de mí y me acogieron como a un alma en pena.

"No puede ser" y rememoré aquel acontecimiento, hace años en una clínica del centro de la ciudad, donde me dijeron que nunca se sabía, pero que era muy improbable que aquello volviera a sucederme.

Encendí un cigarro y me lo fumé apasionadamente. Sabía que en los próximos meses... lo iba a echar de menos.

Y es que en mi estado... debía ir pensando a quien regalar mis paquetes de Malboro Light.

martes, 9 de marzo de 2010

Magic Mountain

Hay algo indescriptible que surge mágicamente entre personas que se aman. Simplemente un gesto, una mirada, que te toquen suavemente mientras duermes o ver una de sus camisetas adormilada sobre una silla mientras el permanece fuera de casa, consigue llenarte el corazón de tal modo que asusta.

Me costó conciliar el sueño las primeras noches que dormí junto al Dr. Egoiste... pensaba que si cerraba los ojos, despertaría y entendería que todo había sido una fantasía. Pero poco a poco pude comprobar aliviada que por muchas veces que me sobresaltara aquella infantil idea, siempre que despertaba él seguía a mi lado.

Durante los primeros meses hubo tantos cambios en mí, que me costaba reconocer mi feliz imagen en el espejo por la mañana y sentí toda la fuerza del Universo en mi interior. Incluso si alguien me lo hubiera pedido habría hecho magistrales acrobacias paseando por las nubes.

De todos modos, este sentimiento novelesco dura unos meses, porque si no sería imposible vivir en ese estado de borrachera sentimental y hubiera corrido el riesgo de dejar perpleja de por vida a Fabiana, que andaba buscando como las locas a la Gipsy de antaño y me miraba con desconfianza de alienigena cuando desayunábamos juntas por la mañana.

Tras volver a mi vida terrenal y subir solo al paraíso cuando me dejaba llevar, retomé las tareas de la casa de las diez habitaciones y comenzamos nuestra primera época estival con parejas que buscaban en aquel antiguo convento un lugar para relajarse y olvidar lo que la vida les exige fuera de estas paredes de piedra.

Al principio mis compañeros se reían cuando les decía que tenía la certeza que habíamos creado un paraíso para enamorados... porque me costaba no fijarme en las manos entrelazadas de los desayunos, las miradas cómplices cuando entraban en la recepción y las sutilezas de sus caricias cuando descansaban en el salón. Desde luego, aquellas parejas no eran las mismas cuando entraban por la puerta mirando con curiosidad la decoración, que las parejas que se despedían de nosotros hasta la próxima visita... acaramelados y con el brillo de ojos que solo produces cuando estás enamorada y has disfrutado entre sábanas como la mismísima Serezade...

Mientras yo pienso que es la magia de las montañas que nos rodean, Fabiana dice que es por los rituales morunos que su abuela hizo mientras nosotras nos entreteníamos en elegir el color de las habitaciones. Lucilda, sin embargo afirma que no le demos más vueltas, que se le va siempre la mano con la canela en los postres y es material inflamable si no se toma con mesura. El Dr. Egoiste, por no darme la razón, secunda a Lucilda hablado con énfasis sobre las propiedades afrodisíacas de la canela.

Sea lo que sea, hoy en día, siendo conscientes del poder de nuestras paredes... no hay quien no crea en aquellos primeros pronósticos que hice, acerca de lo ojipláticas que deben estar los espíritus de las monjitas que pasearon por estos pasillos rezando interminables rosarios. Por si acaso, cuando nadie me oye, les digo en voz alta: "Amor, Hermanas, es solo Amor... pero en frascos diferentes"

La señal definitiva...



Es extraño... A veces, durante días, parece que las cosas más simples parecen confabularse para indicarte un camino en concreto.

Un sueño, una imagen, el título de uno libro o una canción que se repite te empujan hacia aquello que ya tenías medio decidido y no te atrevías a poner en marcha.

Y así es... tras escuchar por enésima vez este tema de Shakira que viene a buscarme una y otra vez allá donde esté... decido volver poco a poco a este mundo mágico de palabras virtuales, siguiendo la estela de comentarios anónimos, personales y cariñosos.

Y de la mano de las señales, escribo, mientras sé que es lo que he deseado hacer durante muchos meses.

Con amor,

Gipsy